top of page
  • Foto del escritorCésar España

honduras: VIaje lleno de emociones y sentimientos encontrados

Actualizado: 30 nov 2023



Y aquí estoy, miércoles 5 de abril, levantado desde las 5:00 a.m. Nos dirigimos hacia la frontera El Poy vía terrestre, y es extraño no llevar mi pasaporte, es que la última vez lo llevé porque era menor de edad. Pasaron cinco años para que nuevamente fuera a Honduras. Con la de este año, sería mi cuarta vez en la república hermana.

El motivo de viaje es porque tengo familia en ese lado, específicamente en los departamentos de Copán, San Pedro Sula y Santa Bárbara. Mi abuela paterna, es hondureña de nacimiento; viajó a El Salvador donde conocería a mi abuelo, con el cual, tendría dos hijos: mi papá y mi tía.


Teníamos un viaje planificado junto a mis padres en 2020, pero lastimosamente por la pandemia no se pudo efectuar. No sabíamos que se iba a posponer tanto tiempo después: cinco años. Siempre es bueno visitar a nuestra familia, sea de la parte que sea, es bueno convivir y pasar un rato ameno después de no estar mucho tiempo compartiendo con ellos.


Mi padre inició esta aventura de ir a Honduras en 2016, porque tenía la esperanza de encontrar a su madre, luego de más de quince años sin saber de ella. Sin embargo, le dieron la mala noticia que ella había fallecido en el año 2002, justo el año de mi nacimiento, por lo que nunca pude conocerla.


El paso de la frontera fue muy rápido, casi no había nadie haciendo fila. Una vez pasando, nuestra primera parada fue en una pulpería, lo que en El Salvador se conoce como tienda, ubicado en Ocotepeque. Compramos refrescos carbonatados que son elaborados en este país; hay sabores como banana y jengibre. No me considero un amante de las sodas, pero tengo que reconocer que estaban muy buenas.


Seguimos nuestro trayecto por una hora más hacia La Entrada de Copán para visitar a uno de los primos de mi papá. En ese departamento, el clima es muy fresco. Antes de llegar a nuestra primera visita, pasamos a tomar un café a un establecimiento que tenía como fachada la telefonía Claro. Sí, Claro. Me quedé atónito porque no tenía idea que este tipo de empresa que se conocen por sus servicios móviles y residenciales, tenga un rubro que le dedican a la comida, especialmente a los postres. Probamos café, frappé de Nutella y pie de queso.


Luego de terminar el postre, que estaba bueno, pero no tan bueno, seguimos una hora más, hasta que finalmente llegamos a casa de la familia. El reloj ya marcaba las 4:00 de la tarde. Nos recibieron de buena manera, fueron atentos, nos acomodaron en el cuarto y bajamos las maletas, porque nos íbamos a quedar a dormir una noche.


Platicamos, conversamos, reímos. El primo de mi padre es una de las mejores personas que he podido conocer. Es amable, irradia amor, respetuoso, entre muchas otras cosas positivas. -Primo, ¿no quiere una cervecita?, le dijo a mi papá. -Sí, hombre. Ya traemos preparado el hígado, contestó. Había comprado alrededor de 24 cervezas Corona para él y mi padre (bueno, no hasta que me invitaron a participar).


Entre platicas, comida y bebida, se hizo media noche. Nos despedimos y cada quien se fue a acostar a su cama. Teníamos en cuenta que el día siguiente tocaba hacer nuestra segunda visita del viaje: San Pedro Sula.


Es día jueves y me levanté alrededor de las 10:00 a.m. Sentí placentero porque casi nunca me despierto a esa hora; entre trabajo y estudio lo menos que se puede hacer es dormir mucho. Me bañé, desayuné, armamos nuevamente maletas y nos fuimos.


Pasaron alrededor de dos horas para llegar al lugar donde se encontraba la prima de mi padre, en una residencial que se llama Rancho Tara. Lugar muy bello, y al parecer, vive gente adinerada. Por curiosidad pregunté cuánto era el alquiler de una de las casas, y me dijeron más de diecinueve mil lempiras, que traducido en dólares, son alrededor de ochocientos. Al llegar donde esa familia, nos recibieron con cariño y amabilidad.


Estos parientes, son dueños de una de las franquicias famosas en Honduras que se llama “Power Chicken”, que es dedicado a hacer pollo frito; eso nos dieron de almorzar. Venía acompañado de tostones, que es plátano maduro machacado. En este país, es como la tortilla para nosotros: no puede faltar en la comida.


Luego de comer, conocí unos Golden Retriever que se robaron mi corazón: eran hermosos. Medían casi los dos metros cuando estaban de pie. Lo mejor de todo, es que eran super amigables y me puse a jugar un momento con ellos. Terminé inundado de pelos, pero valió la pena.


Se hicieron las cinco de la tarde y alguien tocó la puerta: era uno de los amigos de la prima de mi padre. Justo a esa hora, nos dirigíamos hacia el parque de la residencial, y al salir de la casa, veo que el amigo está montado en una Harley-Davidson Fat Boy, el mismo modelo con la que Arnold Schwarzenegger protagonizó la película Terminator de 1991. Una belleza. La tenía impecable y hasta brillaba de lo bien cuidada que estaba. Claro que no iba a perder la oportunidad para sacarme una foto con esa hermosura.

Regresamos del parque una hora después, y al llegar la noche, arribaron más familiares adonde nosotros estábamos, alrededor de cinco personas más. Se acercaba la hora de la cena, y tuve que esperar cuatro años para volver a comer baleadas. El toque de la comida en casa dicen que siempre es mejor, y en este caso, no era equívoco: "estaban de toque", como decimos en buen salvadoreño.


Platicaba con una tía, y me contaba sobre el fallecimiento de su ex esposo ya hace un par de años; eso no era lo más triste, sino que era su segunda pérdida sobre su compañero de vida. No me puedo ni imaginar el dolor tan grande que sintió. A parte de quedar viuda dos veces, también fue madre soltera. Me contaba sobre las vías de escape que había tomado, donde ninguna se ponía al alcohol de por medio, al contrario, se metió de lleno al gimnasio y logró salir adelante. Mientras ella me contaba, sólo pensaba la mala suerte que había tenido en ese aspecto.


Pasó una hora después de la cena. Llegó uno de mis primos y me invitó a jugar fútbol. Acepté e iba rumbo a la cancha con pantalón y camisa formal; no había planeado llevar un tipo de vestimenta dedicado para hacer cualquier deporte, ni siquiera para dormir. Tenía alrededor de no jugar tres años a la pelota; la última vez lo hice cuando iba al colegio en 2020, justo antes de entrar a época de pandemia.


Jugamos alrededor de una hora y me impresionó haber soportado tanto, es decir, después de no jugar durante mucho tiempo, es normal que se fatigue rápido cualquier persona. A lo mejor, estoy apto para soportar por mi edad (20) y porque hago ejercicio de manera activa. Terminé cansado y lleno de polvo, dispuesto a una ducha y a dormir temprano, sin embargo, por cuestiones de la vida, estuve despierto hasta las cuatro de la mañana ese día.


Íbamos de regreso a casa. Seis individuos, que tenían la edad de siete, once, trece, quince, diecisiete y veinte, siendo yo el mayor. Llegamos, y parte de la familia externa de la casa que nos había llegado a visitar, se tenía que retirar y nos despedimos. Hacía falta un integrante en la casa y ya lo había notado: el esposo de la prima de mi padre. Iban a ser casi las diez de la noche y suena el teléfono de mi papá; resultó ser esa persona que faltaba y lo invitó a la casa del amigo que tiene la moto de "Terminator".


Enseguida, mi padre me dice que lo acompañe, y el amigo vivía como a unas cinco casas de donde estábamos. Llegamos, nos recibieron de buena manera y nos invitaron a pasar. Era una casa muy, pero muy bonita y espaciosa. Tenían un plasma como de cien pulgadas, y no es broma. Pasamos la sala, comedor, cocina; tenían hasta una piscina. Llegamos a la zona del bar: había una mesa de billar, sillones, cuadros por todos lados, una colección de carros de juguete deportivos, un mini refri llena de cervezas y un estante que tenía todo tipo de licores.


El anfitrión nos invitó a jugar billar, y anteriormente, solamente una vez lo había hecho (claramente soy mal jugador). Nos explicó un poco cómo era el juego y empezamos una partida de “Bola 8”; hice equipo con el hondureño y mi padre con el otro sujeto. Para ser yo un alevín, lo hice de buena manera y ayudé a mi compañero a ganar la primera partida, porque los tragos no habían hecho efecto todavía.

Como si nada, pasaron tres horas y seguíamos jugando al billar con la misma intensidad con la que habíamos iniciado. Luego de un rato, finalmente dejamos de jugar y nos pusimos a platicar “entre hombres” sobre diversas cosas de la vida, entre copas y al son de la música. Antes de finalizar nuestra reunión, el dueño de casa decide abrir una botella de tequila “Los Tres Potrillos”, que es un licor con un valor en el mercado de entre mil quinientos y dos mil dólares, nada más y nada menos, que por venir de los mejores agaves de México creado por Vicente Fernández.


Se hicieron las 4:00 de la madrugada y nos fuimos a casa inmediatamente a dormir para seguir con la última parada de nuestro episodio: San Luis, Santa Bárbara. Este día, resulta ser más agradable para mi padre, ya que, aparte de ir a ver a su madre al camposanto, va donde la familia que lo crió y ayudó a mi abuela hasta las últimas circunstancias antes de fallecer.


Un par de horas después, nos tocó despertarnos e iniciar con el último recorrido. El viernes resultó bastante caluroso. Desayunamos, nos despedimos y tomamos camino. De viaje, son alrededor de dos horas más o menos, y una hora en la carretera polvosa y montañosa más horrible que haya cruzado, por suerte, el pick up donde nos movíamos, era bastante cómodo.


En San Luis, tenemos cinco tíos, cada uno con familia, esparcidos en un radio de cuatro kilómetros, lo cual, resulta fácil visitar una por una. Empezamos por el tío Carlos; luego, por el tío Mario; después, por el tío Juan; la siguiente, tía Jenny; y por último y el que más afecto tiene por mi papá, el tío Rafael.


Don Rafael, es un señor de cincuenta años, que todavía tiene energías de seguir trabajando. Él, es un campesino que empezó con muy pocos recursos junto a sus hermanos, sin embargo, tuvo la valentía de enfrentar las adversidades y se convirtió en una de los campesinos más exitosos de todo el municipio. Cuenta con cafetales, siembra de maíz, cultivo de diferentes verduras, dos tiendas de granos básicos, dos camiones, dos vehículos, entre muchas otras cosas. A pesar de contar con todo eso, a simple vista, no parece ser dueño de muchas cosas debido a su humildad.


Al día siguiente, nos dirigíamos hacia el cementerio para visitar a todos los familiares que ya no están con nosotros, principalmente, a mi abuela. Siempre que vamos allí, llevamos pintura y uno que otro arreglo para hacerle a la yacija donde están alojados. Es un buen momento para recordarlos y contar un par de anécdotas, ya sea para reír o llorar.


A las cuatro de la tarde del día sábado, nos dirigimos nuevamente a la frontera. Antes de salir del país, pasamos a un supermercado a llevarnos alimentos elaborados en el país, como un café de calidad (según lo que decía, era de calidad), sodas, pan dulce, etc. Esa, fue la última visita y nuestra última parada en el país, donde disfrutamos y compartimos con nuestra familia, esperando nuestro reencuentro muy pronto.

2 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page